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La década menemista (página 2)




Enviado por Juan Ignacio Palacio



Partes: 1, 2

Primera presidencia (1989-1995)

Raúl Alfonsín finaliza su
mandato y entrega la banda presidencial a Carlos Menem.

Carlos Menem asumió la presidencia
el 9 de julio de 1989, tras el retiro anticipado de Raúl
Alfonsín. Fue por entonces la primera sucesión
presidencial entre dos presidentes constitucionales desde 1928, y
la primera desde 1916 entre presidentes de diferentes partidos
políticos.

Política económica

El principal problema que debió
enfrentar al asumir la presidencia fue el de una economía en crisis con
hiperinflación. El gobierno de Menem
se plegó a los principios del
Consenso de Washington, para esto introdujo una serie de reformas
neoliberales: con la aprobación de la Ley de Reforma
del Estado fue
autorizado a privatizar varias empresas
estatales, en la forma que el presidente estimara conveniente.
Las primeras privatizaciones efectuadas fueron las de la empresa
telefónica Entel y la de Aerolíneas Argentinas. Las
mismas, y otras posteriores, se privatizaron rápidamente
buscando conseguir con ello réditos mediáticos que instalaran la idea de la
voluntad reformista del gobierno, pero dicha rapidez condujo
luego a numerosas críticas y denuncias de irregularidades,
omisiones y casos de corrupción. Pronto se privatizaron
también la red vial, los canales
televisivos (con la excepción de ATC, hoy Canal 7), gran
parte de las redes ferroviarias,
Yacimientos Petrolíferos Fiscales y Gas del
Estado.

Se desreguló la economía,
reduciendo cupos, aranceles y
prohibiciones de importaciones, y
se estableció la libertad de
precios. Con
el aumento de impuestos como
los del Valor Agregado
y Ganancias se aumentó la recaudación fiscal.
Aún así, a pesar de dicho aumento y de los ingresos
generados por las privatizaciones, la situación
económica se mantenía convulsionada y a fines de
1989 se produjo una segunda hiperinflación. El ministro de
economía de entonces, Erman González, apeló
al Plan Bonex:
confiscó los depósitos a plazo fijo y los
cambió por bonos de largo
plazo en dólares. Asimismo, restringió fuertemente
la emisión monetaria.

Durante la gestión
de Domingo Cavallo, ministro de Economía de su gobierno,
se estableció la Ley de Convertibilidad, cuya aplicación se
prolongaría hasta la crisis argentina de fines de 2001 y
comienzos de 2002. El Banco Central de
la
República Argentina estaba obligado a respaldar la
moneda argentina con sus reservas en una relación de
cambio en la
que un dólar estadounidense equivalía a un peso
convertible. De esta forma se restringía la emisión
de billetes como medio de financiamiento
del Estado.

Monografias.com

Domingo Cavallo, ministro de
economía.

Estas medidas lograron una estabilidad
económica sin inflación significativa que
ofreció un clima favorable
para el surgimiento de inversiones y
el ingreso de capitales desde otros países,
produciéndose un marcado crecimiento del PBI. Dicha
estabilidad económica fue sólo aparente, ya que
mientras se decía que el país avanzaba se estaban
enajenando los recursos del
país. Durante su gobierno la deuda externa
pública se mantuvo en valores
cercanos al 40% del PBI. En 1990 su valor era de 38,7% y en 1999,
año en que finalizó su segundo mandato, era de
42,3%. En los servicios
públicos las privatizaciones produjeron mejoras de
calidad en
algunas rubros (electricidad,
telefonía), mientras que en otros el
impacto fue negativo (transportes ferroviarios). Al mismo
tiempo, los
principales inconvenientes económicos generados por esta
política
fueron una disminución de la competitividad
basada en el tipo de cambio
y un crecimiento del desempleo.

Al asumir Menem el gobierno, los valores de
desocupación y subocupación
habían alcanzado picos históricos (8,1 y 8,6% de la
población económicamente activa,
respectivamente). Luego de un período de lenta
disminución (6,9 y 8,3% en mayo de 1992), el desempleo y
el subempleo volvieron a crecer durante la crisis del
Tequila
, hasta alcanzar un pico de 18,4 y 11,3% en mayo de
1995, tras lo cual bajaron levemente hasta 12,4% y 13,6% en
octubre de 1998. Para el final de su gobierno, estas cifras eran
de 13,8 y 14,3%. Contribuyeron al aumento del desempleo y el
subempleo los despidos masivos en las empresas públicas
privatizadas, la terciarización de actividades y las
sucesivas medidas de flexibilización laboral.

Plano
político

En política exterior, desde el inicio mismo de su
mandato se promovió un alineamiento automático
hacia los Estados Unidos,
con lo cual la Argentina abandonó el Movimiento de
Países No Alineados. El ministro Guido Di Tella se
refirió a dicho alineamiento en forma humorística
como "Relaciones carnales", pero más adelante el
término sería tomado por los críticos de
dicha política internacional para referirse a ésta
en forma denigratoria.

Poco después de la implementación del Plan Bonex
tuvo lugar el Swiftgate, en el cual la empresa
estadounidense Swift denunció verse perjudicada en una
operación comercial al no aceptar otorgar un soborno.
Swift recurrió al embajador de los Estados Unidos, Terence
Todman, y el propio gobierno estadounidense tomó cartas en el
asunto. Finalmente, a principios de 1991 renunció todo el
gabinete menemista. Fue durante dicho escándalo que
José Luis Manzano pronunció su célebre frase
"Yo robo para la corona".

En otros planos, en 1991 promovió la formación
del Mercosur y
restableció relaciones diplomáticas con el Reino
Unido, interrumpidas desde la Guerra de
Malvinas. Abolió el servicio
militar obligatorio tras el escándalo consecuencia del
Caso Carrasco. Indultó a militares de la anterior dictadura
(1976-1983) y a militantes de organizaciones
guerrilleras que habían actuado principalmente durante la
década del setenta.

Durante su gobierno, se modificó por ley del Congreso
el número de integrantes de la Corte Suprema de Justicia,
elevándolo a nueve miembros. Parte de la prensa
denominó a esta corte ampliada la mayoría
automática, aduciendo que en la mayor parte de los casos
polémicos los votos de estos cinco jueces
coincidían con la posición del gobierno.

Tal vez por haberlo considerado traidor por su apoyo a Estados
Unidos (Menem es descendiente de árabes), lo cierto es que
la Argentina fue blanco de dos ataques terroristas: el primero a
la embajada de Israel, el 17 de
marzo de 1992, y el segundo contra la AMIA (Asociación
Mutual Israelita Argentina), el 18 de julio de 1994, que
provocaron 29 y 85 muertos respectivamente. Distintas fuentes, entre
ellas la de los dirigentes de la comunidad
judía, afirmaron que el atentado fue perpetrado por
organizaciones fundamentalistas islámicas con sede en el
Líbano, bajo la
organización de Irán, y
acusaron al presidente de desviar la
investigación que conduciría a la responsabilidad de ese país. Esta teoría
se consolidó cuando un ex miembro de la inteligencia
iraní aseguró que Menem recibió dinero para
desvincular a ese país del ataque. En el 2004 un tribunal
federal comprobaría que el juez que hacía 10
años investigaba la causa, Juan José Galeano,
habría sobornado, siguiendo instrucciones del gobierno de
Menem, a uno de los inculpados para que incriminara a oficiales
de la policía bonaerense. Más aún, en junio
de 2006, Hugo Anzorreguy, jefe de la Secretaría de
Inteligencia del Estado (SIDE) durante el gobierno menemista,
manifestó ante el juez federal que Menem había
ordenado dicho soborno utilizando dinero de los fondos
públicos. Hasta esa fecha la investigación no se ha completado.

Las denuncias de corrupción
sobre su gobierno no impidieron que su gestión mantuviera
una imagen favorable
debido al éxito
en la faz económica. En 1993, su Ministro del Interior,
Gustavo Béliz, renunció a su cargo y declaró
públicamente que el presidente estaba rodeado de
corruptos. Cuando Menem anunció su propósito de
hacer aprobar una ley que declarara la necesidad de convocar a
una convención constituyente que modificara la Constitución nacional y permitiera su
reelección se planteó un conflicto
interpretativo respecto del artículo 30 de dicha
Constitución. Menem sostenía -al igual que lo
había hecho Perón en
1949- que la mayoría de dos tercios de los miembros del
Congreso requerida para ello debía calcularse sobre los
que estuvieran presentes en la sesión en tanto la
oposición sostenía -tal como lo había hecho
la Unión Cívica Radical en 1949- que se necesitaban
dos tercios del número de representantes que integraba
cada Cámara. El punto era crucial porque los partidarios
de la reforma no alcanzaban la mayoría necesaria si se
aplicaba esta última interpretación.

Menem presionó con utilizar la
interpretación que lo favorecía e incluso
convocó a un plesbiscito no vinculante para que ciudadanía opinara sobre la reforma, pero
finalmente entró en negociaciones con el líder
de la oposición radical, Raúl Alfonsín,
quien aceptó que se convocara a una Convención para
la reforma de la Constitución Nacional que incluyera
además del tema de la reelección otras clausulas
que le interesaban, tales como la elección de un tercer
senador por la minoría, el establecimiento de la figura
del Jefe de Gabinete y la incorporación a la
Constitución de diversos convenios internacionales, entre
otros puntos, todo lo cual configuró el llamado Pacto de
Olivos. La reforma fue aprobada por la convención en 1994
y permitió la reelección de Menem al año
siguiente.

Segunda presidencia
(1995-1999)

Menem y el secretario de Defensa de EE.UU.
William S. Cohen y su esposa Janet el 15 de noviembre de
1999.

En 14 de mayo de 1995 se realizaron las
elecciones presidenciales que obtuvieron el siguiente
resultado:

1. Carlos Menem-Carlos Ruckauf (PJ):
8.687.319 votos, 49,94%

2. José Octavio Bordón-Carlos
"Chacho" Álvarez (FREPASO): 5.095.029 votos,
29,30%

3. Horacio Massaccesi-Antonio
Hernández (UCR): 2.956.087 votos, 16,99%

En su segundo mandato, Menem mantuvo las
políticas económicas de su primera
etapa de gobierno. Esta vez, sin embargo, el comienzo de una
recesión en el tercer trimestre de 1998 y nuevas
acusaciones de corrupción tuvieron como consecuencia un
descenso en su popularidad: luego de un nuevo intento de reforma
constitucional —esta vez fallido—, Menem
terminó su gobierno el 10 de diciembre de 1999
traspasándole el mando al presidente electo Fernando de la
Rúa.

El 3 de noviembre de 1995 explotaron los
depósitos de la Fábrica Militar de Río
Tercero. Murieron siete personas y se produjeron daños
materiales en
la ciudad. Se sospechó que en realidad no fue un
accidente, y que lo que se buscaba era ocultar un faltante de
armas (ver
sección Vida pública después de sus
presidencias).

Senador nacional por
La Rioja

El 23 de octubre de 2005 se presentó
a elecciones para Senador Nacional por su provincia, logrando la
banca
correspondiente a la minoría, los dos senadores por la
mayoría fueron ganados para la fracción del
presidente Néstor Kirchner, liderada a nivel local por el
ex gobernador Ángel Maza. De esta forma volvió a
ocupar un cargo público exactamente seis años
después de dejar la Presidencia.

La era Menem

No fuimos defraudados por el mandato
Menem en lo que respecta a su promesa de "cirugía mayor
sin anestesia". No cabe duda que las transformaciones del
país se han hecho sentir en el cuerpo social,
político y económico argentino como no se
conocía desde hace varias décadas y no con poco
dolor…

 Corría el año 1983
cuando el Dr. Raúl Alfonsín, en la cúspide
de su carrera política, se hacía cargo de la
Presidencia de una República Argentina abrumada por la
horrible herencia de una
dictadura como no se recordaba desde mediados de siglo pasado:
deuda externa, desaparecidos, una clase media
agotada, un empresariado altamente dependiente de un Estado
quebrado y endeudado, una Iglesia
retraída por su pasado cómplice con la dictadura,
unas Fuerzas Armadas despreciadas y humilladas por el grueso de
la ciudadanía…

Esa misma noche, en el medio del festejo de
los partidarios radicales del alfonsinismo, Buenos Aires era
empapelado por afiches donde aparecía la imagen graciosa,
rayano a lo ridículo, del gobernador electo de la
provincia de La Rioja, el Dr. Carlos Saúl Menem y que se
acompañaba de una frase que produjo risa y burla al
ciudadano medio: "Menem, el próximo Presidente de los
argentinos". Hoy, quince años después, quedó
confirmado que la política dejó de ser el arte de lo
posible para pasar a convertirse en un puro acto de magia, al
menos en la Argentina. Había nacido la era
Menem. 

Seis años mas tarde, al abrigo de
una fuerte hiperinflación, toma de supermercados,
inquietud militar, objeciones de la Iglesia, Fuerzas Armadas
deliberativas, un empresariado disconforme y sindicatos en
ebullición, llegaba a la primera magistratura ese hombre de
cómicas patillas sin haber anunciado ni una sola idea
política concreta, sin haber presentado una acción
de gobierno, ni una plataforma. Solo frases huecas, dignas de la
más clásica del populismo
argentino, como aquellas de "síganme, que no los voy a
defraudar", "prometo una revolución
productiva", "vamos por el salariazo" o "cirugía mayor sin
anestesia"…

El legado
Menem

A lo largo de estos años, el
ciudadano argentino ha recibido una imagen muy variada de lo que
ha sido el accionar político del menemismo. Para algunos
ha significado la finalización de la crónica
inflación argentina que había marcado pautas de
conducta sociales
y económicas inmorales a varias generaciones. Para otros,
el encumbramiento de la desfachatez, la estafa y la coima. Hay
quienes identifican este gobierno como la vuelta de la Argentina
al concierto de las naciones desarrolladas o con niveles de
crecimiento reconocidos internacionalmente. Y también la
instauración de un poder "snob",
amante del "jet – set", de la frivolidad y del descaro. Es
posible que todas estas descripciones definan el actual gobierno
y que cada una de ellas sea parcialmente
válida.

Es muy cierto aquel aforismo que determina
al periodismo
como la primera versión de la historia pero, como tal, se
ve afectada por las subjetividades de quienes participaron de un
proceso
histórico. Suele ser complicado tomar noción de
todo aquello que queda a las futuras generaciones como recuerdo
del decenio de la "era Menem" y las valoraciones tomarán
un abanico de variantes como analistas se presenten.

Para ilustrar esta idea, valga como ejemplo
pensar lo que podría sentir un hombre de los Países
Bajos, Alemania o
Italia en pleno
siglo XV cuando, en medio de terribles guerras de
religión,
pestes y desgracias, estaba él mismo inmerso en un proceso
histórico, artístico, cultural, social y
político que hoy reconocemos como el Renacimiento y
del cual era absolutamente inconsciente. Con esta misma
consideración para con nuestros días, podemos
determinar algunas premisas básicas con que podría
ser recordado el presente decenio.     

La destrucción
de la Argentina Corporativa

La República Argentina ha vivido a
lo largo de los últimos cincuenta años un proceso
de manejo de sus valores sociales, políticos, culturales y
económicos a través de lo que se llamó
comúnmente la "Patria Corporativa". Iglesia, Fuerzas
Armadas, Sindicatos, Asociaciones Empresarias, Asociaciones
Profesionales, etc., han determinado el destino de la
frágil democracia en
forma autoritaria y absoluta. Ni siquiera gobiernos fuertes y
dictatoriales como el del tristemente recordado Gral.
Onganía se salvó de ello: encumbrado por las
grandes corporaciones (Iglesia, Fuerzas Armadas, etc.),
cayó en desgracia al ser abandonado a su suerte en medio
de un clima hostil al régimen.

Este proceso de destrucción de ese
modelo no es
solo mérito del Dr. Menem ya que, en el mandato previo de
Raúl Alfonsín, se había percibido acciones que
aprovechaban la depreciación de las Corporaciones: a las
Fuerzas Armadas con el juicio y castigo a las Juntas del Proceso,
a la Iglesia con los intentos de apartarla de todos los asuntos
políticos y sociales respecto del Estado, a los Sindicatos
con el intento de democratizarlos y generar otros de distinta
bandería, empresarios y asociaciones profesionales viendo
limitados en parte sus privilegios, prebendas o beneficios por la
debacle del Estado, etc. La reacción no se hizo esperar y
surgieron sorpresivamente las asonadas militares de Carapintadas,
la Iglesia se apropió del Congreso Pedagógico
Nacional armado por el gobierno alfonsinista, los Sindicatos
realizaron trece paros generales y a los grupos
financieros y empresariales habría que preguntarles cuanto
colaboraron en la caída y destrucción del gobierno
radical del ´83.

A su vez, no cabe duda de que Menem, como
buen descendiente de árabes, se ha tomado su tiempo y
aprendió esta lección de la historia: si no puedes
con las Corporaciones, úneteles y luego destrúyelas
desde adentro. Como ejemplo, bastan ver los sueldos y
financiamiento que reciben hoy las Fuerzas Armadas que, en otras
épocas nefastas, hubiesen sido motivo suficiente para una
asonada; la crisis social y otras circunstancias religiosas
hubiesen alcanzado para una "reprimenda y santo juicio" por parte
de las autoridades eclesiásticas y todos los argentinos
sabemos lo que ello significa.

En un juego
político impecable el menemismo se alió a todas
estas corporaciones, las llevó a su terreno, las
infiltró con sus acólitos y les restó toda
capacidad de reacción al dividirlas.  Es decir,
divide y reinarás…

La
desaparición del Estado Benefactor

Los argentinos somos testigos de la
desaparición de aquel Estado que nos proveía de los
servicios de
Salud
Pública, a través de sus hospitales, donde
nacieron varias generaciones, eran controlados médicamente
y vacunados. Luego asistían a las Escuelas Públicas
de enseñanza básica donde se
hacían los primeros avances en el
conocimiento, las artes, la cultura y la
tan recordada "socialización". Luego, con las
particularidades de cada individuo, se
podían perfeccionar a través de la Escuela Superior
Pública, ya sea en un oficio, en la formación
intelectual o en una profesión. Finalmente, la Universidad
pública, estatal, laica y gratuita, como medio para
escalar en los niveles sociales de la sociedad. Ya
en el ejercicio de la actividad laboral, empresaria o
profesional, el Estado
seguía presente brindándonos servicios
públicos monopólicos básicos como el agua, la
electricidad, el gas, los teléfonos, gran parte de los
medios de
transporte, de
comunicación radiales y televisivos. El
devenir del ciudadano medio argentino transcurría en una
convivencia obligada a lo largo de toda su vida con el Estado,
incluso hasta su muerte: todos
eran enterrados en Cementerios Municipales (estatales) sin
ninguna distinción o miramiento. Los precios eran
mayormente fijados por el Estado (el llamado "precio
político"), como así parte de los sueldos,
retenciones y beneficios de retiro. Algunas veces, incluso, el
Estado nos obligó a ahorrar nuestros magros ingresos y a
fijar las pautas de vida y culturales cuando era manejado por los
nunca ausentes uniformados de turno.

Esa Argentina, la del Estado Benefactor, ha
muerto y no hay síntomas de su resurrección, al
menos por ahora. No debemos aquí entrar en las
valoraciones de lo positivo o negativo que esto representa; esto
es así y no hay remedio para ello más que el
acomodamiento o la supervivencia a la buena de Dios. Ha sido muy
duro para miles de argentinos que dependían laboral o
financieramente del Estado durante los últimos cincuenta o
sesenta años adaptarse a la situación actual en
que, finalmente, los estafaron, les mintieron o sencillamente
descendieron a la escala social mas
baja solo superada por el nuevo lumpen internacional: el
homeless, el sin hogar (o el clásico linyera
argentino).

La conversión
del Estado
Empresario al Estado Empresariado

Continuando el hilo del punto anterior, el
Estado argentino ha sido definido acertadamente como un Estado
Empresario.
Las decisiones acerca de la producción de grandes servicios y bienes estaban
a cargo de funcionarios estatales elegidos por el poder
político de turno, sin miramiento de sus condiciones
profesionales e intelectuales.
Muchos de estos funcionarios pasaron sin gloria por las oficinas
o despachos de empresas como YPF (Yacimientos Petrolíferos
Fiscales), ENTEL (Empresa Nacional de Telecomunicaciones), etc., quedando para el Estado
la pena de sus desatinos. Así, en la segunda mitad de la
década de 80, no había argentino que no deseara
agredir verbalmente o de hecho al pobre empleado público
de esas empresas que tenía que dar la cara en nombre de
burócratas fracasados devenidos en empresarios.

Ahora bien, la era Menem deja la herencia
de un Estado sin empresas pública deficitarias pero
también de empresas privadas privilegiadas por los
monopolios, con la presencia de presidentes, gerentes,
administradores, profesionales o técnicos salidos de la
entraña misma del poder privatizador. El monopolio
estatal con manejo político fue reemplazado por monopolios
privados con beneplácito estatal estando el usuario
aún preso de unos pocos, más allá de las
notables mejoras de los servicios brindados que indudablemente se
pueden apreciar. Podemos afirmar que, nuevamente, el capitalismo ha
demostrado su eficacia a la
hora de generar bienes y ganancias pero nada aún respecto
del reparto de ellos. Nada nuevo bajo el
sol…

El nuevo
afianzamiento del Estado verticalista y
presidencialista

Decreto presidencial. Estas dos palabras
han determinado la forma de hacer política en la era
menemista. Y no es solo una inculpación a su poder sino
que puede ser una excusa a la vez: cientos de veces hemos sido
testigos de la ausencia de la oposición partidaria o
independiente que cimentara de una vez por todas y para siempre
una forma de hacer política en forma democrática.
Nuevamente, el presidente de turno argentino ha perdido la
oportunidad de abrir el juego político y producir un
cambio en la forma de gobernar más participativa y
transparente, y la oposición no ha estado a la altura de
las circunstancias permitiendo alegremente la perpetuación
en los mandatos establecidos constitucionalmente.

Como ha sido costumbre en los
políticos del peronismo, sus
dirigentes se han destacado a la hora de la toma de
decisiones, en forma unilateral e inconsulta, con resultados
a veces brillantes, a veces funestos. No cabe duda que el estilo
menemista hereda de las más profundas entrañas del
peronismo esta forma de actuar.

El fin de la
inflación y el cierre económico

Lejos ha quedado aquel libro de Aldo
Ferrer, el recordado "Vivir con lo nuestro" y cuyo título
determinó el estilo de economía que detentó
la Argentina desde hace sesenta o setenta años a esta
parte. Economía interna, creciendo para adentro y fuera de
toda valoración exterior, los ciudadanos de este
país vivían (para bien o para desgracia) su propio
mundo, ajeno a todo efecto mundial político o
económico. Esto también ha dejado de ser
así, a tal punto que, una inoportuna e imprudente
relación sexual en el Salón Oval de la Casa Blanca,
repercute de manera terrible en la Bolsa de Valores
de la ciudad de Buenos Aires. Por supuesto, no es solo
mérito de nuestro Presidente y de nuestro país,
pero no cabe duda que esta incorporación "al mundo real"
empezó con la guerra de
Malvinas, se
acentuó con el gobierno alfonsinista y terminamos
"incrustados" en la problemática del mundo
globalizado.

El fin de la inflación, por otro
lado, orgullo del aparato menemista, ha sido un logro de los
cuales pocos detractores del sistema pueden
criticar pero aún falta que los historiadores
económicos analicen si este fue un efecto por  
arrastre en todo Hispanoamérica o si la inflación,
como síntoma de un mal tal como lo es la alta temperatura,
ha derivado a otros males como la desocupación, una
incipiente desintegración social o el terrible aumento de
la impagable deuda externa.

La degradación
moral y social de la República

Ahora bien, todas las consideraciones
anteriores pueden ser vistas o valoradas en forma partidaria o
personal. Hay
personas a las que les ha desagradado el fin de la "Patria
Corporativa" y otros que aún lo festejan; algunos
extrañan con nostalgia aquel "Estado Benefactor" que tanto
los protegía y otros recibieron con beneplácito su
caída; el fin de la inflación ha sido una
bendición para el grueso de los argentinos y otros
recuerdan que bien lo pasaban haciendo rápidamente el
canje de sus ingresos a dólares y viviendo "barato" en
pesos. Todo es válido, todo es opinable, todo es
discutible. Lo que no permite ningún tipo de análisis partidario ni subjetivo es la
caída vertiginosa en los valores
morales y sociales en que ha caído la
República. Han sido una vergüenza algunas actitudes
autoritarias y que demuestran una impunidad y
desprecio por la leyes que sus
consecuencias se sentirán a lo largo de los
próximos años. La manipulación de la Corte
Suprema de la Nación,
órgano vital para el funcionamiento y credibilidad para
cualquier país que se precie de democrático,
republicano, representativo, significa un golpe que se puede
sentir en la conducta de los ciudadanos, en el llamado "costo argentino",
en los hábitos de nuestros empresarios, en la imagen que
dan sus autoridades. El descaro de políticos y
funcionarios, cualquiera haya sido el signo partidario que los
represente, que pusieron sus pies en la función
pública con la sola intención de enriquecerse y
satisfacer su vanidad de poder, no solo sorprende por sus
condiciones sino por su cantidad e impunidad. El sentimiento de
los argentinos es muy significativo a la hora de las valoraciones
ya que en general se preguntan si vale la pena ser decente. Es
muy llamativa la tapa de la revista La
Maga, que en la edición
contemporánea a este artículo, se pregunta en la
portada si "vale la pena ser honesto".

Con esto no debemos afirmar que los
gobiernos anteriores estuvieron libres de pecado. Lo
sorprendente del actual período son los niveles de
degradación y la falta de respuesta de un órgano
como el Poder Judicial
que debe mediar entre los particulares, donde se hacen valer los
derechos y
garantías de la Constitución, donde se convalidan
los contratos e
inversiones que realizan los argentinos e inversores extranjeros
y donde teóricamente se frenan los abusos de poder del
Estado sobre los ciudadanos. Valga como ejemplo el listado muy
incompleto de las deudas de nuestros poderes para con los
ciudadanos de esta República, algunos de ellos producidos
en gobiernos anteriores:

  • El Caso del Frigorífico
    Swift.

  • La muerte de los obreros en
    Galerías Pacífico.

  • Caso de los Frigoríficos del ex
    diputado Samid.

  • Las denuncias de la monja Marta Pelloni
    del tráfico de niños en Corrientes.

  • Las denuncias de la monja Marta Pelloni
    sobre la corrupción del poder en Catamarca.

  • La muerte de Carlos Menem Jr.,
    denunciado como asesinato por su madre.

  • El atentado al ex diputado Pino
    Solanas

  • Los gases venenosos en Avellaneda, que
    mataron varias personas.

  • El caso de las valijas de
    Amira.

  • Los atentados a López
    Echague.

  • El robo de los boqueteros.

  • Los atentados al ex fiscal
    Lanusse.

  • Las interferencias en
    aeroparque.

  • El desfalco de los juguetes de la
    gobernación de Santa Fé.

  • El secuestro extorsivo de Mauricio
    Macri.

  • Las quiebras de Argentina Televisora
    Color (ATC).

  • El caso Yabrán.

  • Las innumerables excepciones
    municipales del ex Concejo Deliberante.

  • La Aduana paralela.

  • El caso Bru.

  • La escuela shopping del ex Concejo
    Deliberante.

  • El atentado a José Luis
    Cabezas.

  • El caso Jubileo

  • El incendio de la disco
    Keybis.

  • El caso del Shopping
    Avellaneda.

  • Los billetes recordados como los
    Menemtruchos.

  • La mayor estafa de la historia
    según el actual Presidente:
    Yacyretá.

  • Los atentados a Coto.

  • El falso Diputado que determinó
    la votación a favor de ciertas privatizaciones (el
    caso Diputrucho)

  • El tiroteo entre las dos Centrales
    Obreras Argentinas.

  • El desfalco impositivo de varios
    Frigorificos.

  • El caso Bulascio.

  • La llamada mafia del Mercado
    Central.

  • El caso IBM – Banco
    Nación.

  • El caso Ibraim al Hibraim

  • Las miles de denuncias de desfalco al
    P.A.M.I.

  • El atentado a la Embajada de
    Israel

  • El atentado a la A.M.I.A.

  • El caso Jimena
    Hernández.

  • La venta ilegal de armas a
    Ecuador.

  • El caso Al-Kazar

  • La venta ilegal de armas a
    Croacia

  • El caso Mirabete

  • El caso Regino Maders.

  • El caso Petroquímica
    Bahía Blanca.

  • La denuncia de Jueces corruptos
    (llámese la servilleta de Corach)

  • Las jubilaciones de
    privilegio.

  • El caso Poli Armentano.

  • El caso Guillermo Coppola.

  • Las dudosas concesiones de la Costanera
    de Buenos Aires.

  • El robo de las manos del cadáver
    de Juan D. Perón.

  • Denuncias de corrupción en la
    quiebra del Banco Extrader.

  • La quiebra de la Cooperativa del Hogar
    Obrero.

  • La expropiación de los
    depósitos bancarios.

  • La caida del balcón de
    Pinamar.

  • Los derechos de importación de
    autos para discapacitados.

  • Los desfalcos con los juegos
    televisivos del programa de Susana Gimenez.

  • La niña muerta por la estatua en
    el Paseo de la Infanta.

  • Los alzamientos de Aldo
    Rico.

  • Etc., etc., etc.

Y la cantidad de dudas, denuncias,
entredichos respecto de la conducta de funcionarios (o ex
funcionarios), extraños y
rápidos enriquecimientos o la labor deficitaria de
varios miembros del poder político como:

  • El ex diputado José Luis
    Manzano.

  • El gobernador Rodriguez Saa.

  • El ex gobernador Saadi.

  • El ex intendente de Buenos Aires,
    Carlos Grosso.

  • Las denuncias sobre el miembro de la
    Corte Suprema, el Juez Beluscio.

  • La ex diputada Adelina de
    Viola.

  • El ex ministro y actual diputado
    Domingo Cavallo.

  • El sindicalista Jorge
    Triaca.

  • El diputado Jorge Alasino.

  • El sindicalista Luis
    Barrionuevo.

  • Matilde Menéndez.

  • Claudia Bello.

  • El ex diputado Jorge Pirra.

  • El ex Ministro de Justicia
    Barra.

  • El ex gobernador de Córdoba
    César Angeloz.

  • El ex Secretario de Turismo Fassi
    Lavalle.

  • El ex Ministro de Defensa Oscar
    Camilión.

  • El actual Ministro de Trabajo Erman
    González.

  • El ex intendente Rousselot.

  • El ex director de ATC, Argentina
    Televisora Color, Gerardo Sofovich.

  • Etc., etc., etc.

Como coronario de todo esto, no se
comprende como militares declarados genocidas y culpables por un
tribunal democrático, constitucional y legalmente
constituido, han quedado graciosamente en libertad. El mensaje es
siempre el mismo: el que las hace, jamás las
paga…

Juan Palacio

 

 

 

 

 

Autor:

Juan Palacio

Partes: 1, 2
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